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¡Cuántas formas de clasismo son antifeministas...!

Yo marché el 8M con mi compañero de lucha, con el que el feminismo cobra sentido para mí todos los días. Yo lo invité a marchar a mi lado, a pesar de que él no para: no para de las labores de cuidado, del trabajo reproductivo, del trabajo no remunerado, del que aún siendo productivo sigue siendo feminizado (quizás yo tampoco o quizás sí y no me doy cuenta). Decido marchar con él y no con mis amigas feministas y no con mis compañeras y no sola porque yo lo comparto vitalmente con él y me creo (al menos hasta ahora) que es una experiencia de lo más particular, nada ejemplarizante.


No deseo que me impongan "la sororidad" de manera mediocre quienes dejaron, como yo, en sus casas, a sus mamás con su rollo, quienes se afirman transexcluyentes, quienes se creen que sujetx y objeto del feminismo son diferentes, quienes agreden a otras mujeres en su propia imposibilidad de miras, quienes se creen señoras y no putas, quienes creen que el radicalismo feminista es vanguardismo en una carrera progresiva que las lleva a la cima, quienes afirman de ese modo haber resuelto sus contradicciones, quienes por esa vía afirman sus prejuicios contra todas menos contra sí mismas y también se niegan a formarse en el feminismo con la implacabilidad de su tormentosa angustia, quienes se sienten heroínas de una causa perdida, quienes todavía se dicen feministas y dan lecciones de moralidad, de coherencia, de buenas formas, de amabilidad y hasta de cordura, quienes me ven con dulzura, se paran en la siguiente escala del feministómetro y me hablan con una voz que me infantiliza sin conocerme. No quiero que la sororidad sea tener un club de amigas con dildos, decirle a todas que son bonitas, hablar con diminutivos, perrear sola y alinearme los chacras con la luna, aunque quiero que todo eso persista en mi vida y en las de mis compañeras, me niego a llamarle sororidad, pues vacía de contenido todo su poder feminista.


La sororidad existe mientras se realice en la imposibilidad de ser afirmativas con el marco lógico que se nos impone, mientras ser mujer sea un signo dotado con toda la negatividad y, por eso, con la tragedia que carga: sororidad con la subjetividad de una mujer incapaz de ser una mujer "ejemplar", con la mujer que se asume una "moza" y no se identifica con nada diferente, con la que se sabe condenada a la maternidad, al matrimonio, a los golpes, con la que padece menstruar, con la locura de una mujer, con la mujer que se lamenta de serlo, con la mujer que no es aceptada como una, con la que sobrevive entre las migajas de un tipo asqueroso, con la que se apuñala con otra mujer por un pan y con esta también, con la que es difamada, con la que es un tema de conversación entre pasillos, con la que mató a sus hijxs, a su marido y terminó en la cárcel, con las que somos siendo otras. No es que quiera romantizar a estas mujeres, dudo que sororidad sea apoyo moral, comprensión, ausencia de juicio o todo el psicologismo barato que se predica.


Al contrario, creo que necesitamos desromantizar, desmoralizar, desjerarquizar las formas "correctas" de ser feminista (que se parecen mucho a las formas en que nos piden ser mujeres), que los ideales de mujeres se borren para que no nos excluyamos entre nosotras, que todo eso que llamamos a ser, no desconozca las imposibilidades concretas de quienes miran arriba y un golpe las devuelve a la realidad. Pero lo que absolutamente no quiero es marchar al lado de hombres a quienes les ensucia la mirella, no quiero escuchar ni un reproche al feminismo que me diga que las condiciones de clase se resuelven primero (y segundo y tercero y cuarto otra mierda...), no quiero escuchar un lamento de un hombre que no puede estar en un lugar en el que está siendo observado, sobre el que está prevenido, sobre el que fue avisado (que se parecen a las formas en que salimos nosotras todos los días a cualquier lugar), no me soporto a un hombre hablándome de "su feminismo" en contra del feminismo, no quiero ver a ningún agresor entre todas. Asumo que el feminismo crece si no asiste ninguno, que no existen condiciones para que hombres feministas lo sean, aunque los conozca y camine con ellos el resto del año también, que las condiciones son contrarias siempre al feminismo y que este solo se comprueba posible entre mil contradicciones.



Melissa Hincapié Ochoa

ennegativo ediciones

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